MUSEO DEL TELÉGRAFO
Museo del Telégrafo
Para conocer y enriquecer el pensamiento de las personas sobre los objetos y la ruptura cultural que significó la inmediatez de la comunicación, la transmisión de la palabra y la modificación en la percepción social de las distancias, de una manera asombrosa para la humanidad, el Museo del Telégrafo abre sus puertas en la planta baja del edificio de la ex Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas, inaugurado en 1891 y hoy magnífica sede del Museo Nacional de Arte1, en la plaza Tolsá, del Centro Histórico de la Ciudad de México.
La invención del telégrafo eléctrico a mediados del siglo XIX trajo un cambio en las comunicaciones mundiales, los mensajes viajaron por los cables alámbricos que conectaron tanto el espacio interno de las ciudades, como las ciudades, convertidas en una red de puntos del espacio geográfico por todo el mundo. Esta innovación tecnológica se abrió camino entre la incredulidad que levantaba su acción entre los inversionistas y los ciudadanos, como en el potencial que rápidamente identificaron y orientaron sus usos privados y públicos.
El visitante se adentra en el mundo del código Morse y la figura de su inventor, Samuel Morse (1791-1872), un sistema de señales eléctricas, punto y raya que se enviaban, mediante cables sostenidos por postes de madera a lo largo de miles de kilómetros. El telégrafo eléctrico es una ruptura en la relación con el territorio, el surgimiento de un nuevo control regional y la construcción de las sociedades modernas. Las primeras pruebas de Morse, en 1844, contactaron a la capital estadounidense, Washington con Baltimore, a una distancia de 62 kilómetros, después las estaciones se instalaron cada vez más lejanas. En el verano de 1866, el cable submarino de 3,760 kilómetros de extensión conectaba Irlanda y Canadá.
Una vez que se percata el visitante de este dispositivo y los impulsos que la mano del operador registraba en una cinta y las transformaciones que trajo a la vida personal y de las ciudades, el discurso visual presenta la experiencia mexicana y la figura de Juan de la Granja, (1785-1853), un hombre cosmopolita que vivía en Nueva York y presenciaba las transformaciones y ventajas del telégrafo para la vida de los Estados Unidos. Al regresar a México con los equipos de transmisión magnética, llevó a cabo las primeras pruebas telegráficas entre el Palacio de Minería y el Palacio Nacional, con la idea de llamar la atención de posibles inversores para abrir la primera línea hacia el puerto de Veracruz.
Un primer periodo, entre 1849 y 1853 introduce los primeros pasos, hasta conseguir la primera línea privada, de 408 kilómetros, hasta Veracruz, ese fue un logro personal para de la Granja, a quien la vida le alcanzó para ver realidad la transmisión de mensajes y la modernización de la capital mexicana. A partir de 1856, la red mexicana se extendió hacia Toluca, Morelia, Guanajuato, León y Guadalajara. La empresa telegráfica dio un giro cuando el gobierno mexicano se hizo cargo del sistema para volverlo de interés público y político.
En la parte central del museo hay tres maquetas iluminadas con tres épocas representativas de los equipos que se insertan en las diferentes secciones, como los primeros equipos de transmisión magnética o las perforadoras de cintas, el comunicador telegráfico, la grabadora de alambre o el teleimpresor T68, entre otros aparatos que dieron vida a las transmisiones.
El telégrafo y su exposición en este museo, como los hay también en Estados Unidos o en Europa se vinculan a las ciencias, las tecnologías y las comunicaciones globales. Los visitantes aprenden que esta red territorial logró un ritmo acelerado de penetración en el territorio. A finales del siglo XIX, el telégrafo3 fue clave para la integración del territorio mexicano, desde la capital con Tehuantepec, Yucatán y Baja California como parte de un circuito de comunicación y del anhelo de la construcción de una nación e identidad común. A la vez, la red técnica fue importante en la conformación de los espacios económicos, la promoción de inversiones privadas, la política económica y de una visión funcional al vincular los lugares en una amplia red de ciudades y que, paralelamente, fue percibida por los individuos y grupos sociales como una forma de organización del territorio mexicano.
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